A la vista de los resultados de las Elecciones Generales, parece que nadie las ha ganado. Los Partidos Políticos no han cubierto sus expectativas. El PP porque aspiraba a una victoria más holgada, y ha sido duramente castigado por los electores, aunque, eso sí, es el Partido vencedor.
El Psoe quería ganar, pero a medida que transcurría la campaña transmitía la sensación de que su lucha era aguantar la segunda plaza. Lo ha conseguido, pero el batacazo es histórico. Tiempo habrá para profundizar en sus causas.
Podemos entra con mucha fuerza en el Parlamento, después de pasarlo muy mal estos meses atrás. No ha cubierto expectativas al no rebasar al Psoe. Y Ciudadanos consigue una notable representación, pero lejos de la tierra prometida que auguraban algunas encuestas. Por cierto, habrá que felicitar a las empresas demoscopicas, porque han marcado bien las tendencias de estas Elecciones, salvo aquellos que tienen un perfil completamente sesgado en favor de algún Partido.
En mi sentir, los españoles han votado por la centralidad, el diálogo, los consensos y la concordia, y han decidido abrir un paréntesis al modelo político que ha existido durante treinta años.
España no puede ser nunca más el único país que se clava su propio aguijón. Ni el enemigo de un español puede ser otro español.
A partir de ahora, con más impulso que nunca, hay que rechazar toda clase de violencia: la que nace de la agresión verbal, de las injusticias sociales, y por supuesto, la física.
Todos juntos tenemos la obligación de construir el futuro, para nosotros y para las nuevas generaciones, por el único camino que ahora es posible: el diálogo y el acuerdo.
Todos somos necesarios. Los más jóvenes porque pueden renovar el proyecto de convivencia español que no tuvieron la ocasión de construir; los más mayores, porque hicisteis una España mejor, un gran país, y ahora tenéis la obligación moral de regresar y trabajar codo con codo aportando vuestra experiencia.
Los cuatros grandes partidos de España deben pactar un programa político de reformas para escribir la historia de un nuevo proyecto de país, tantos años ausente, dejando en el tintero los programas de máximos para alcanzar el consenso.
El nuevo Presidente del Gobierno, que en principio debe surgir del Partido que ha ganado las Elecciones, tiene que gobernar con un programa de reforma constitucional, de reforma electoral y de reforma de la Ley de Partidos.
La tarea es de envergadura, pues habrá que remodelar las instituciones más importantes del Estado español para crear una sociedad más libre y más democrática. En ese escenario hay que contemplar las reformas territoriales y financieras que el país necesita, con la adopción de un marco de convivencia que satisfaga al conjunto de los españoles, y señaladamente a los catalanes, a los que habrá que consultar para que ratifiquen las reformas.
Los escenarios políticos más complejos son los que, a menudo, ofrecen las mejores oportunidades. No se deben buscar soluciones animadas por ambiciones personales. Ni buscar alianzas imposibles que alimenten la confrontación entre los españoles.
Hay que pactar el nuevo proyecto español. Y para eso el marco político actual constituye una oportunidad única. Porque ya no nos pueden acostumbrar al «no». Ahora, hay que decir sí a España.
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